despazio
Aurelio del Portillo -------------------------------------------------------------
 
 
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soñar despiertos

 

 

Las realidades
vibrando en el vacío.
Así es la vida:
la danza de las cosas
sobre la nada.
Vibrando en el silencio,
música inmensa...

 

Me fascina
la danza armoniosa y lenta del humo
en la calma de los días sin viento.
Me desvelan
las voces que resuenan en los patios
ingrávidas como sueños distantes.
Me confunden
los nombres escritos con mayúsculas
siendo tan poco siempre lo que dicen.
Me protege
del fango de mentiras que nos cubre
la luz del silencio de ser: la vida.
Nada espero.
Los caminos del tiempo se hacen agua
donde vuelan delfines luminosos.
El paso de las horas ya no existe.

 

No pudo la luz del faro con la noche
ni el sol de la mañana despertarme.
Todo en mí deriva y se confunde,
a ciegas contra el muelle
las barcas se estrellan y destrozan.
Un estruendo de gaviotas y cristales
roza los párpados dormidos,
el mar acantilado desborda
las leves fronteras de mi alma.
El sueño quiebra sus caminos
y voy de mí hasta mí cargando con mi peso,
Sísifo gris ya fatigado.
Quiero zarpar, huir,
desamarrarme quiero.
Niego la cúpula nublada
que envuelve y aprisiona
el brillo cálido del mundo.
Marejadas de llanto abren ya nuestros ojos.

 

Alguna vez leí,
buscándolo todo,
algún libro con poemas
y otras cosas importantes
del alma de las cosas.
También me bañé,
desnudo y solo,
en el mar negro de la noche.
Sentí miedo y frío,
la espuma de las olas
llorando entre los párpados.
Alguna vez miré un reloj.
¿Qué espero?
El silencio me hace temblar por su certeza.
Sueño también con miradas,
con caricias, con viajes, con amigos,...
Alguna vez, lo sé, no voy a despertarme.

 

Entonces yo no sabía
tampoco
que el pecho duele por dentro
también
tras una caída,
como la tierra en las rodillas
y en las manos.
Entonces yo no sabía
tampoco
que el amor era esto
también,
como una caída.

 

Construyo la mañana desde unos ojos tristes que no quieren despertarse.
Respiro jirones de niebla en los pasillos.
Suplico al corazón que me deje llorar, que crezcan los jardines
que el tiempo me sembró en la mirada.
Todo es ausencia.
Perdido en el vuelo de la luz me rompo con las olas.
He dejado atrás lo que pareció ser vida y ahora ya no existe:
la sombra del amor, el sueño perdido, la nada...
De nuevo el amado sin nombre despliega su manto luminoso
en mi abismo imposible.
Quiero llegar a ser.
¿Acaso los ojos cerrados me descubren?

 

Brillan ante mis ojos insomnes los trozos de espejo que una mujer india, morena, anónima y pobre atrapó con hilos rojos y negros entre trapos de colores. El tapiz refleja pequeños fragmentos luminosos y azules de la lámpara que se agacha solitaria en la mesilla, cubriendo de brillos humildes las paredes del cuarto. Fuera se congela el aire mientras el calor que brota de mi cuerpo se condensa llorando en los cristales.
Me acurruco junto a mi soledad
y escucho el silencio profundo del invierno.
Todo queda lejos.
¿Hay mañana?
Solo responden astillas de luz
en los límites efímeros de la noche.

 

Déjate caer, muchacho,
desde la flor desnuda de tus besos.
Que la piel de tus labios me redima
de esta incierta muerte lenta
que a los dos en dos deshoras nos llama.
Borremos juntos el tiempo.

La mirada sorprendente
de tu corazón volcánico pace
entre las ruinas eternas del gozo,
abre en los muros ventanas,
aventa brillos marinos de luna,
enciende hogueras en mi noche.

Haz que me rinda sin miedo
frente a ti, ante tu pecho radiante.
Que las manos se hagan luz, relámpagos,
mil rompimientos de gloria
derrumbando con caricias el cuerpo
donde habito. ¡Hazme libre!

 

Tengo miedo de todo:
de los pájaros muertos,
de las olas nocturnas,
del huérfano que sufre
las mentiras ajenas
mientras busca sin rumbo
palabras sanadoras
donde soñar tranquilo.

Tengo miedo del miedo
que me acosa y destruye
dejándome por dentro
doliente y asustado.
Busco el silencio leve
de los cielos distantes
y me deshago entero
en aguas del olvido.

 

Hace mucho tiempo ya
que recuerdo el futuro
y en ese remolino
me pierdo por completo.

Las formas se deshacen,
las luces del otoño
me recuerdan a veces
que nada ya me incumbe.

Bebo del agua limpia
que brota de los montes
callados, de los cielos
azules del silencio.

Tu presencia me inquieta...
Estoy solo contigo
conjurándolo todo
más allá de la mente.

La belleza es eterna,
la búsqueda imposible.

 

 
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